El peluche y su jardín

Había una vez un peluche al que le encantaban las flores. El peluche vivía en una preciosa casita con un jardín muy grande.

El peluche se ocupaba de su jardín y plantaba, recortaba, podaba...

Su manera de sembrar era muy sencilla: hacía una mezcla de todas las semillas posibles y las lanzaba al aire, para que, sin ton ni son, surgieran juntas las flores más bellas y dispares imaginables.

Lo más importante es que el peluche tenía un secreto: un sabio chamán le había dado una fórmula mágica de vitaminas y minerales especiales que hacían que la tierra fuese increíblemente fértil. De ésta manera, la semillas recién plantadas crecían en segundos y el espectáculo era inimaginable. Tan maravilloso era que las gentes del lugar se agolpaban ante el jardín del peluche para ver cómo crecían las flores: era como un espectáculo de fuegos artificiales, pero la diferencia era que la belleza no se desvanecía en tan sólo unos segundos.

Un día llegó un Señor Importante de Muy Lejos. Éste Señor Importante había oído hablar de las maravillas del jardín del peluche y le ofreció una suma desorbitada por el jardín y la fórmula mágica. Sin pensárselo dos veces, el peluche aceptó, pero antes, exigió que cada año le fuera pagada otra suma multimillonaria hasta el resto de sus días. El Señor Importante le concedió todo lo que pedía y firmaron una cosa muy aburrida que se llama "contrato"... y ahora, el peluche es un Peluche Importante, vividor, multimillonario y feliz, que se dedica a disfrutar de ser inmortal... como todos los peluches.